La trampa de la deuda: la morosidad en tarjetas y préstamos se dispara en Argentina
La morosidad en el consumo se dispara, con 300,000 argentinos atrasados en sus pagos. Las elevadísimas tasas de interés y la compra de alimentos con tarjeta agravan la delicada situación.

Un preocupante panorama de endeudamiento y morosidad se consolida en Argentina, impulsado por la erosión del poder adquisitivo y las elevadísimas tasas de interés. Miles de hogares se enfrentan a un dilema financiero sin precedentes: refinanciar deudas a intereses que superan el 100% o caer en el incumplimiento de sus obligaciones. Esta situación, lejos de ser un fenómeno aislado, ha sido confirmada por datos del Banco Central de la República Argentina (BCRA), que revelan un significativo aumento de los deudores atrasados en el sistema financiero. La combinación de inflación persistente y un acceso cada vez más fácil al crédito ha creado un círculo vicioso que amenaza con estrangular las finanzas de las familias argentinas.
Según las cifras del BCRA, la morosidad de los tarjetahabientes ya involucra a unas 300 mil personas, una cifra que refleja la magnitud de la crisis. El incumplimiento de los pagos de las tarjetas de crédito se ha duplicado en apenas un año, saltando del 1.9% al 3.8%. A esto se suma el alarmante aumento de la mora en los préstamos personales, que escaló del 4.1% al 5.6% en el mismo período, evidenciando que el problema se extiende a otras líneas de crédito al consumo. Con una Tasa Nominal Anual (TNA) que ronda el 85% para quienes cancelan el mínimo y punitorios que superan el 100% para los morosos, la refinanciación se convierte en un salvavidas que muchos ya no pueden costear.
El espiral de las deudas: cifras que alertan
Las estadísticas más recientes confirman la gravedad de la situación. Según el Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE), el endeudamiento de los hogares se diversifica, aunque las tarjetas de crédito siguen liderando con un 30.5% del total. Detrás, le siguen las deudas generadas por billeteras virtuales, bancos y otras entidades financieras. Un informe de la consultora EcoGo destaca que la mora en los créditos otorgados a través de billeteras virtuales ya afecta al 10.4% de los prestatarios, con intereses punitorios que pueden alcanzar el 50% de la tasa compensatoria.
Las consecuencias de este fenómeno se sienten directamente en el bolsillo de las familias. Un escalofriante dato revela que el 58% de las deudas contraídas con tarjeta de crédito se destina a la compra de alimentos, lo que subraya la fragilidad económica y el hecho de que el crédito ya no es una herramienta para el consumo de bienes durables, sino un mecanismo de supervivencia diaria. En este contexto, el estrés financiero se ha convertido en una constante, afectando la salud mental de quienes, sin importar su clase social, se ven forzados a vivir por encima de sus ingresos.
Consumo forzado y el peso de las tasas impúdicas
La deuda se ha vuelto un fenómeno estructural para las familias argentinas, quienes se endeudan no por un deseo de consumir más, sino por la necesidad de cubrir gastos esenciales. Este proceso se vio facilitado por el auge de las promociones bancarias y la facilidad para acceder a préstamos a través de billeteras virtuales, un boom que coincidió con la fuerte devaluación y la inflación, que actuaron como el principal catalizador del problema.
Si bien el consumo per cápita creció apenas un 1.2% en el último año, un alarmante 91% de los hogares argentinos tiene algún tipo de deuda, gran parte de ella contraída en el último año. El crédito a los hogares representa hoy el equivalente al 5% del Producto Bruto Interno (PBI), más del doble que un año atrás. Esta deuda circular, donde se refinancia un crédito con otro, ejerce una presión enorme sobre el ingreso disponible de las familias, que ya destinan casi el 19% de su presupuesto mensual promedio al pago de deudas.
El dato de que menos del 56% de los hogares destina entre el 40% y el 60% o más de sus ingresos al pago de deudas ilustra la precariedad de la situación. Para muchos, las tarjetas y los préstamos dejaron de ser una herramienta de financiamiento transitoria para convertirse en una forma de vida, atrapándolos en un laberinto del que es cada vez más difícil escapar. Este escenario plantea un grave riesgo social, donde la presión por saldar obligaciones financieras puede tener consecuencias profundas en la estabilidad económica y emocional de las familias.