Vivir solo: un lujo inalcanzable para la juventud argentina
La promesa de libertad individual choca con una realidad en la que los jóvenes argentinos ni siquiera pueden pagar un techo. Necesitarían un aumento salarial de más del 70%, o $500.000 adicionales, para alquilar, condenándolos a compartir, endeudarse o volver a la casa familiar.

La independencia, un anhelo común en la juventud, se ha convertido en una utopía para muchos jóvenes argentinos. La promesa de libertad individual choca con una cruda realidad económica: la dificultad de acceder a una vivienda propia o, incluso, de pagar un alquiler digno. Para alcanzar una relación aceptable entre ingresos y costo de alquiler, los jóvenes necesitarían un aumento salarial superior al 70%, o $500.000 pesos adicionales, evidenciando una brecha que los condena a la convivencia forzada, el endeudamiento o el retorno al hogar familiar.
La emancipación, un lujo de pocos
El sueño de vivir solo se ha desvanecido para gran parte de la juventud en Argentina. Si bien la problemática de acceso a la vivienda es generalizada, afectando a un creciente número de inquilinos en el país (pasando del 16% en 2010 al 21% en 2022), el impacto es aún más severo en el segmento etario joven. Este grupo enfrenta no solo salarios insuficientes, sino también mayores tasas de desempleo y una alarmante informalidad laboral, con siete de cada diez jóvenes en empleos no registrados.
Un estudio del Instituto de Desafíos Urbanos Futuros (IDUF) revela la magnitud del problema: el alquiler de un monoambiente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) demanda, en promedio, el 52% del salario de un joven. Para alcanzar una relación de gasto aceptable (no más del 30% del ingreso destinado al alquiler), se requeriría un aumento salarial de aproximadamente $455.000, lo que representa un incremento del 73% sobre sus ingresos actuales. En el caso de la convivencia para compartir gastos, aunque reduce el porcentaje, sigue absorbiendo el 35% de dos salarios jóvenes en un departamento de dos ambientes, necesitando aun así $215.000 adicionales, un 17% más, para alcanzar esa deseada relación del 30%.
Barreras infranqueables para el alquiler
El panorama se complejiza por las múltiples barreras que enfrentan los jóvenes al intentar alquilar. Más allá de los ingresos propios insuficientes, se suman la dificultad de presentar recibos de sueldo formales debido a la informalidad, la exigencia de garantías propietarias inalcanzables para muchos, y los costos adicionales como seguros que duplican el gasto inicial, comisiones inmobiliarias y meses de adelanto. Este conjunto de factores transforma el acceso a una vivienda en una misión casi imposible, empujando a los jóvenes a depender de ayudas familiares o a buscar estrategias desesperadas, como el endeudamiento. De hecho, el 72% de los hogares en Argentina están endeudados, y un tercio de esa deuda se destina a cubrir los gastos de alquiler.
La imposibilidad de acceder a una vivienda digna tiene consecuencias profundas. El 50% de los inquilinos del país son hijos de padres inquilinos, lo que subraya cómo esta problemática se ha cronificado y afecta a varias generaciones, impulsando un crecimiento acelerado de la población inquilina en los grandes centros urbanos (+40% en la última década). Esta situación contrasta fuertemente con el discurso oficial que, según se menciona en la información, incentiva la venta de dólares ahorrados o viajes al exterior, realidades que distan de la vida cotidiana de la mayoría de los jóvenes.
Un mercado laboral precario y desocupación creciente
La realidad del alquiler para los jóvenes está intrínsecamente ligada a la precarización del mercado laboral. Los datos del primer trimestre de 2025 revelan una tasa de actividad juvenil significativamente menor que la población general (52,9% para varones y 42,3% para mujeres). A esto se suman tasas de desempleo que duplican las cifras generales, alcanzando el 19,2% para mujeres jóvenes y el 15,1% para varones jóvenes, con un aumento interanual alarmante. En solo un año, la desocupación juvenil en Argentina ha tocado el pico más alto para un primer trimestre en los últimos cuatro años.
La informalidad laboral es otro flagelo. El 68% de los jóvenes de 16 a 24 años trabajan en la informalidad, 26 puntos por encima de la tasa global. Esto significa que casi siete de cada diez jóvenes no cuentan con los beneficios ni la estabilidad de un empleo registrado. Además, el crecimiento de monotributistas ha superado la creación de empleo asalariado formal en el sector privado, una tendencia que se acentuó desde fines de 2023. La reciente reforma laboral, que flexibiliza las formas de contratación y abarata los despidos, amenaza con agravar aún más esta situación para la juventud.
La derogación de la Ley Nacional de Alquileres también ha impactado negativamente, con un 78% de los precios ajustándose cada menos de seis meses, en muchos casos por inflación, mientras que las paritarias suelen quedar por debajo de la inflación mensual. Esta dinámica genera una presión constante sobre los ingresos ya de por sí limitados de los jóvenes.
¿Qué se puede hacer?
La problemática del acceso a la vivienda para los jóvenes en Argentina es compleja y multifactorial, requiriendo un abordaje integral. La falta de datos públicos y sostenidos sobre la temática dificulta la elaboración de políticas públicas efectivas. Sin embargo, es evidente que se necesitan medidas urgentes que apunten a mejorar la estabilidad laboral, combatir la informalidad, y generar mecanismos de acceso a la vivienda que no condenen a los jóvenes a la precariedad económica y social.