Tres claves del deterioro de la clase media

La clase media argentina enfrenta una profunda reconfiguración de su consumo y un retroceso social debido al aumento desmedido de servicios y la erosión de su poder de compra bajo el gobierno de Javier Milei. Pese a una baja inflación, un análisis de datos revela que el 59% del gasto familiar se destina a servicios, los salarios no alcanzan para mantener el estatus y se recortan consumos esenciales, evidenciando un "efecto tijera" que impacta directamente en el bienestar de la población.

Mientras el gobierno nacional celebra una inflación de mayo inferior al 2%, la realidad de la clase media argentina se moldea entre el recorte y la resignación. Un reciente análisis comparado de datos de consumo, inflación e ingresos, elaborado por el Centro Económico para la Recuperación Argentina (R.A.) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), pone de manifiesto al menos tres consecuencias directas de la política económica actual que grafican el deterioro de este segmento social: una reconfiguración forzada de la canasta de consumo, una reasignación crítica del presupuesto familiar y un preocupante retroceso en la escala social.

El informe, titulado «La Clase Media Argentina bajo el ‘Efecto Tijera’ de Milei», subraya que la clase media se ve obligada a modificar drásticamente sus hábitos de gasto debido a la erosión sostenida de su poder de compra y al aumento desmedido de los precios relativos, principalmente en servicios esenciales.

La reconfiguración forzada de la canasta de consumo

Uno de los impactos más evidentes del ajuste es el cambio drástico en la composición del gasto de los hogares. Durante el primer año de gestión de La Libertad Avanza (LLA), el 59% del gasto de los hogares se destinó a servicios, lo que representa un aumento de 10 puntos porcentuales respecto al año anterior. Este dato es crucial, ya que, si bien los salarios pueden haber mostrado una recuperación nominal, el poder adquisitivo real se vio mermado por la necesidad ineludible de cubrir costos fijos crecientes.

Este fenómeno obligó a las familias a desplazar bienes de consumo tradicionales, como carne vacuna, lácteos e indumentaria, resignando así calidad de vida. La lógica es clara: el aumento de tarifas de servicios básicos deja menos margen para otros consumos, incluso los considerados esenciales o parte del estilo de vida de la clase media.

Reasignación del presupuesto familiar: el «efecto tijera»

El segundo impacto directo tiene que ver con la evidente reasignación del presupuesto familiar. Los economistas del Centro R.A. explicaron que «la inflación intermensual de los servicios superó la de los bienes en once de los doce meses del primer año de gobierno, lo que hizo que los servicios se encarecieran aproximadamente un 33% en términos relativos«.

Esta disparidad se tradujo en un «efecto tijera»: mientras los ingresos de los hogares «se esforzaban» por seguir el ritmo de la inflación general, el costo de vida se disparaba cada vez más por el lado de los servicios. Para dimensionar la magnitud de estos incrementos, solo en la Ciudad de Buenos Aires el gas aumentó aproximadamente 631%, el transporte 707%, la electricidad 390% y el agua cerca de 350%. Estos aumentos son «sustancialmente por arriba del aumento promedio del 129% en el gasto en alimentos», donde incluso los lácteos —con un incremento del 174%— quedaron casi 100 puntos porcentuales por debajo del servicio con menor aumento.

Este desequilibrio genera una «presión desmedida sobre los ingresos que se destinan a cubrir necesidades básicas», forzando a las familias a reestructurar sus finanzas de manera dolorosa.

Erosión del poder adquisitivo y retroceso social

Un tercer aspecto crucial es la «erosión del poder adquisitivo y el retroceso social», que implica que los salarios se han vuelto insuficientes para mantener la posición social a la que la clase media estaba acostumbrada. La capacidad de compra de bienes y servicios tradicionalmente asociados a este segmento también sufrió una caída notoria.

Para que una persona fuera considerada de clase media a fines de 2024, sus ingresos deberían haber aumentado alrededor del 125% desde el inicio del gobierno de Milei. Sin embargo, «el incremento promedio de los salarios a nivel nacional fue de aproximadamente 119% en el mismo período». Esta diferencia, aunque parezca pequeña, se traduce en una pérdida real del poder adquisitivo y, en muchos casos, en un descenso en la escala social, impactando directamente en la calidad de vida y las expectativas de futuro.

Los recortes en el día a día

La realidad del ajuste se materializa en los consumos cotidianos que la clase media ha tenido que recortar. Con el mismo ingreso promedio, una persona hoy puede pagar casi medio año menos de la cuota social de un club de fútbol, dos meses menos de gimnasio y casi 66 pasajes menos a Mar del Plata en tren.

Los datos de los shoppings, espacios tradicionalmente frecuentados por la clase media, reflejan esta contracción con una caída en las ventas cercana al 24%, según la UBA. Entre los rubros más afectados se encuentran librería y papelería, con una contracción de alrededor del 57%; perfumería y farmacia (-37%); ropa y accesorios deportivos (-17%) y patios de comida (-3%).

Estos números no solo son estadísticas, sino que representan las realidades concretas de familias que luchan por llegar a fin de mes, con un acceso cada vez más limitado a bienes y actividades que antes daban sentido a su bienestar. El «desproporcionado aumento de tarifas y servicios en comparación con los salarios», junto con la reconfiguración forzada de las canastas de consumo, son pruebas irrefutables de la erosión de los ingresos y el sostenido deterioro de la capacidad de consumo de la clase media argentina.