Peras chinas: El síntoma importado de una profunda crisis en la fruticultura y el agro local
La llegada de fruta asiática más barata que la producción nacional puso de manifiesto la alta carga impositiva, los elevados costos internos y la falta de competitividad cambiaria que complican a diversas economías regionales, desde el Alto Valle hasta Misiones y Tucumán, sumiendo a productores y trabajadores en un clima de incertidumbre.

La reciente importación de peras desde China, a precios que resultan más competitivos en el mercado local que la producción del Alto Valle de Río Negro, ha puesto en el centro del debate la delicada situación que atraviesan diversas economías regionales y el sector agropecuario argentino. Este hecho, aparentemente aislado considerando las 17 toneladas que ingresaron, es visto por productores y entidades del rubro como un síntoma claro de problemas estructurales que van desde los elevados costos internos hasta una desfavorable paridad cambiaria.
A pesar del considerable costo que representa el transporte marítimo internacional desde China a Argentina, las peras asiáticas logran tener un precio más competitivo que las producidas localmente. Este fenómeno, según el análisis de los actores del sector, se explica por un conjunto de factores que afectan directamente la rentabilidad y la competitividad de la producción nacional. La «ancla cambiaria», si bien considerada esencial para el programa económico oficial, obliga a los productores a vender a un «dólar caro» en el mercado interno, mientras que, paradójicamente, se ha perdido mucha competitividad en los mercados internacionales frente a países vecinos.
Producir frutas finas y otros productos agrícolas en Argentina implica actualmente enfrentar costos significativamente más elevados que los que tiene, por ejemplo, China en materia laboral, energética y logística. Esta asimetría se da mientras países competidores, como Chile, logran enviar a los chinos entre 3000 y 4000 toneladas anuales de peras, un indicador de la brecha de competitividad existente.
La Coordinadora de Actividades de la Mediana Empresa (CAME) ha enumerado los problemas que, a su entender, complican el escenario económico para el sector. Entre ellos, destacan que los costos laborales internos están «inflados en dólares» con respecto a los competidores regionales, con una carga patronal que, en el caso argentino, asciende al 40% sobre cada sueldo, mientras que rivales como Chile y Perú pagan entre un 10% y un 12% del haber. A esto se suma el crecimiento de la incidencia de los combustibles por la constante suba de las naftas, incrementos en las tarifas de gas y electricidad que elevan los costos energéticos, fletes más onerosos que dejan fuera del juego a los productores con mayor distancia a los puertos, y costos financieros mucho más elevados que en el resto del subcontinente.
La combinación de estos factores está teniendo un impacto directo en el volumen de ventas. La manzana, por ejemplo, está cayendo a niveles similares a los de la convertibilidad, una consecuencia directa del atraso cambiario que encarece la producción local.
El drama no se limita a las peras y manzanas. Las frutas finas como arándanos, frutillas y cerezas también enfrentan complicaciones. A pesar de haber tenido una buena cosecha, existe una marcada pérdida de competitividad con respecto a rivales directos como Chile y Perú, principalmente explicada por la diferencia en los costos laborales. En el caso específico de las frutillas, cuyo mayor destino es Estados Unidos (exportando la fruta congelada en contra estación), los altos costos locales han eliminado los márgenes de utilidad para los productores. La diferencia de contexto regional se hace palpable al observar las cifras: Chile exportó en 2024 por U$S 12.000 millones en productos agrícolas (incluido el vino), mientras que Argentina apenas llega a US$ 9.000 millones, a pesar de tener un territorio mucho más extenso. Chile, con cuantiosas inversiones en regadío, plantas de procesamiento y ampliación de zonas de cultivo, se ha consolidado como una potencia exportadora de frutas finas (cerezas, arándanos, uvas).
La crisis alcanza también a sectores con fuerte inserción exportadora, como el limón en Tucumán. Allí, firmas locales asociadas a la multinacional Coca Cola generaron un clúster del jugo de limón de alcance global, pero que igualmente entró en una grave crisis. Los productores tucumanos han llegado al extremo de abandonar cientos de campos, quedando a la espera de mejores condiciones macroeconómicas. La apreciación de la moneda local, según los actores del sector, desequilibra la ecuación económica y «quita buena parte de nuestra competitividad».
En el ámbito de la yerba mate, los colonos yerbateros misioneros han convocado a una gran marcha a la ciudad de Posadas para el próximo 24 de mayo. Protestarán contra las políticas del presidente Javier Milei, específicamente contra la desregulación del sector que eliminó la facultad de fijar precios de referencia para la hoja verde que cosechan los tareferos. Esta medida, que deja la fijación de precios en manos de los secaderos y los molinos, genera temor entre los productores, quienes ven en este escenario el mismo discurso de la década del 90, un período que, según ellos, causó mucho daño a toda la cadena de valor, resultando en la destrucción de la agricultura familiar y la industria nacional, desempleo y pobreza en la región.
Finalmente, el sector del tomate también enfrenta un panorama crítico. En Mendoza, la crisis se manifiesta en la falta de compradores en un mercado interno argentino severamente deprimido. En San Juan, la situación es igualmente preocupante; a pesar de haber alcanzado niveles récord de producción, los productores enfrentan una grave falta de demanda por parte de las fábricas procesadoras. Se trata de un sector que da empleo directo e indirecto a miles de trabajadores y familias, quienes hoy viven en la incertidumbre sobre la continuidad de sus actividades.
El panorama descrito por los productores y entidades del sector dibuja un cuadro complejo para las economías regionales basadas en la producción primaria. La competitividad erosionada por la combinación de altos costos internos, presión impositiva, una política cambiaria desfavorable y la debilidad del mercado interno, como evidencian casos que van desde las peras y las frutas finas hasta los limones, la yerba mate y los tomates, plantea un desafío urgente para un sector clave en la generación de empleo y divisas en Argentina. La ‘lección’ de las peras chinas, según los actores del agro, es un llamado de atención sobre la necesidad de abordar estos factores macroeconómicos para garantizar la sostenibilidad y el potencial de crecimiento de la producción local.