La crisis del pan: cierran panaderías y caen las ventas en un contexto económico adverso
La combinación letal de la escalada de costos y un desplome del consumo ha provocado el cierre de más de un millar de panaderías en el país desde fines del año pasado, según advierte la Cámara de Industriales Panaderos (CIPAN). La profunda crisis económica golpea de lleno a un sector tradicional, dejando a miles de trabajadores en la incertidumbre y evidenciando la fragilidad del poder adquisitivo de los argentinos.

La devaluación de diciembre de 2023, unida al constante aumento de los alquileres y las tarifas de los servicios públicos, asestó un golpe casi terminal a numerosos establecimientos panaderos. Así lo manifestó con preocupación Martín Pinto, vocero de CIPAN, quien en diálogo radial describió un panorama sombrío para el sector. «Fue un golpe muy duro», sentenció, reflejando la angustia de los industriales frente a una coyuntura económica cada vez más hostil.
Sin embargo, Pinto señaló que la raíz más profunda de la crisis radica en el drástico descenso del consumo. «El mayor problema que tenemos es la baja de consumo. Las ventas de pan cayeron un 50% y las de factura y pastelería un 78%». Esta abrupta caída revela una realidad ineludible: el bolsillo de los ciudadanos se encuentra cada vez más ajustado, obligándolos a priorizar la compra de alimentos básicos y relegando aquellos productos que antes eran habituales en la mesa. La imagen de clientes solicitando «un pancito, lo que me alcance» pinta un cuadro desolador del presente económico.
El cierre masivo de panaderías conlleva una dolorosa pérdida de fuentes de trabajo. Pinto enfatizó que incluso un pequeño local de barrio emplea entre cuatro y cinco personas, siendo en muchos casos el sustento de familias enteras. La desaparición de 1.100 panaderías implica, por lo tanto, la pérdida de miles de empleos directos e indirectos, impactando negativamente en la economía local y en el tejido social de las comunidades.
La situación se agrava ante la imposibilidad de trasladar completamente los aumentos de costos a los precios finales. A principios de abril, CIPAN informó un incremento del 12% en el kilo de pan, justificado por la escalada de las materias primas, los insumos, los combustibles y las tarifas de los servicios públicos. No obstante, Pinto advirtió que este aumento podría no ser suficiente para paliar la crisis, ya que «los precios no dejan de subir» a pesar de los discursos sobre una desaceleración de la inflación. «Hace un año que no aumentábamos nuestros productos, pero la verdad es que ya era insostenible, queremos tratar de evitar cierres de panaderías y pérdida de fuentes de trabajo», explicó.
En la misma línea, Raúl Santoandre, presidente de la Federación Industrial Panaderil de la provincia de Buenos Aires, había manifestado a principios del mes pasado que «el kilo de pan debería estar alrededor de los $4.000, pero lamentablemente está muy por debajo de ese precio». Sus declaraciones reflejan la presión que enfrentan los panaderos ante el aumento constante de insumos clave como la harina, cuyo precio por bolsa de 25 kilos experimentó un aumento del 10% en pocas semanas, y los huevos, que sufrieron un incremento aún más pronunciado.
Los datos de la consultora LCG corroboran esta tendencia alcista en el rubro de la panificación. En las últimas cuatro semanas, los productos de panificación, cereales y pastas registraron un incremento promedio del 3,3%, siendo este último el ítem de mayor aumento en la quinta semana de abril, con una variación del 3,2%.
La desesperación de los panaderos los lleva a implementar estrategias para intentar mitigar las pérdidas, como la venta de facturas del día anterior a precios significativamente reducidos, tal como relató Santoandre. Sin embargo, esta medida evidencia la profunda contracción del poder adquisitivo de los consumidores. La decisión de muchas panaderías de discontinuar la producción de productos más elaborados, como bombones y masas finas, ante el riesgo de no venderlos y sufrir pérdidas totales, es otro síntoma alarmante de la crisis.
La caída en el consumo no es exclusiva del sector panadero, sino que se extiende a nivel general. Un relevamiento de la consultora Scentia reveló que el consumo masivo se contrajo un 5,4% interanual en marzo y un 8,6% en el acumulado del primer trimestre, encadenando así 16 meses consecutivos de retroceso. Dentro de este panorama, el rubro de Alimentación experimentó una retracción del 3,1% en el último año, mientras que el segmento de Desayuno y Merienda sufrió una caída aún mayor, del 6,3%.
Un estudio del Centro RA de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA) aporta una perspectiva adicional, señalando una caída acumulada de casi el 22% en las ventas mayoristas y cerca del 8% en las ventas minoristas en supermercados desde diciembre de 2023. El informe advierte sobre la falta de una recuperación sostenida en las ventas minoristas y un deterioro aún mayor en las mayoristas, atribuyéndolo al deterioro de los salarios producto del atraso cambiario y la licuación en sectores como el público y las jubilaciones.
En este contexto de profunda incertidumbre económica, el futuro de las panaderías y de miles de familias que dependen de ellas se torna cada vez más sombrío. La necesidad de políticas económicas que reactiven el consumo y alivien la presión sobre los costos se vuelve urgente para evitar una mayor destrucción de un sector fundamental para la identidad y la economía de nuestros barrios. La crisis del pan es mucho más que la falta de un alimento en la mesa; es un reflejo palpable del sufrimiento de una sociedad que lucha por mantener viva su actividad productiva en medio de una tormenta económica.