El mundo despide a Francisco, el Papa que superó las fronteras de la fe
La muerte del Sumo Pontífice genera un luto extendido, alcanzando de manera inédita a ateos y agnósticos, conmovidos por su mensaje de humanismo, justicia social y su compromiso con los más vulnerables. Un líder que, en un mundo polarizado, apeló al amor y la comprensión.

El Vaticano y el mundo entero despiden hoy a una figura que logró trascender las barreras de la creencia religiosa. El Papa Francisco, Jorge Bergoglio, ha fallecido, dejando tras de sí un legado que, según observadores y fieles por igual, incluye un «milagro» particular: por primera vez en la historia reciente, la muerte de un Sumo Pontífice es lamentada masiva y sinceramente por personas que se declaran ateas o agnósticas. Este fenómeno subraya el impacto único que Francisco tuvo, conectando con una diversidad de públicos mucho más allá de la grey católica.
Francisco se distinguió por una serie de rasgos que lo acercaron a creyentes y no creyentes por igual: su profundo compromiso con los pobres y marginados, su sencillez, humildad y austeridad, su valentía para criticar a los poderosos y su inquebrantable defensa de los derechos humanos y la justicia social. Fue ampliamente considerado el primer Papa progresista, un líder cercano que no temía abordar temas complejos y que desafió posturas tradicionales de la Iglesia en múltiples aspectos.
Los sentimientos que generaba quedaban patentes incluso días antes de su deceso. En un miércoles 2 de abril, con la Plaza de San Pedro colmada de fieles en el marco del Jubileo de 2025, la preocupación por su salud era palpable –venía de una internación de 39 días de la que había salido el 25 de marzo–, pero también lo era el optimismo por verlo recuperado. Entre turistas y peregrinos de diversas partes del mundo, las muestras de afecto y admiración por Francisco se multiplicaban.
Testimonios recogidos en esa jornada reflejaban el sentir general. Una mujer colombiana expresaba haber rezado por él porque el mundo «lo necesita» dado que «el odio está creciendo y él nos habla desde el amor», rescatando sus palabras a favor de los migrantes. Un joven argentino manifestaba su orgullo por su compatriota, quien «nos sorprendió con su compromiso progresista», hablando en favor de los pobres, las mujeres, el colectivo LGTBQI+ y los divorciados, sectores a menudo señalados por la institución eclesiástica en el pasado. Un italiano celebraba su carácter «más político», que no temía «criticar a la ultraderecha, llamarla por su nombre», contrastándolo con líderes que, a su juicio, pregonan odio y discriminación. Una mexicana, que peregrinó desde Puebla, contó que Francisco la hizo «volver a la Iglesia porque rechazó los lujos», resaltando su humildad y austeridad.
La figura de Francisco también fue fundamental en su lucha contra la pedofilia dentro de la Iglesia, un flagelo masivo y largamente encubierto por las máximas autoridades. Su decisión de enfrentar y condenar estos crímenes, a pesar de las resistencias internas, fue un paso significativo que le valió reconocimiento más allá de los muros del Vaticano.
La noticia de su muerte, que llegó de improviso «solo 18 días después» de aquella jornada de abril, en la mañana del lunes siguiente al Domingo de Resurrección, impactó a pesar de su avanzada edad (88 años). La constatación de que personas sin fe o con dudas sobre ella lamentaran su partida en masa subraya la magnitud de su «milagro». Francisco lo logró con un discurso humanista, ambientalista, pacifista, de justicia social y de defensa de la conquista de derechos, un mensaje que contrastó vivamente con tendencias globales hacia el individualismo, el armamentismo, la impunidad ante genocidios y la persecución de minorías como las mujeres trans.
Incluso figuras del ámbito cultural se hicieron eco de su influencia. La escritora Mariana Enriquez, desde su postura no creyente, compartió que Francisco le enseñó a moderar su anticlericalismo y a ser más tolerante, reconociendo incluso una «soberbia» en la actitud de muchos agnósticos. Para ella, Francisco representó «el líder más compasivo y con más criterio de Occidente», una afirmación que muchos comparten al observar el panorama político y social global.
El adiós a Francisco, el Papa que logró ser querido y respetado incluso por quienes no compartían su fe, deja un vacío y la reflexión sobre el poder de un liderazgo basado en la empatía, la crítica constructiva y la defensa de los valores humanos universales. Su legado perdurará, recordando que es posible conectar con el «barro humano» y liderar desde la compasión en un mundo que, hoy más que nunca, parece necesitarla. Adiós, Francisco.