Tras la devaluación, la inflación silenciosa golpea los bolsillos en los barrios

Mientras el gobierno celebra una inflación controlada, autoservicios y almacenes reciben listas de precios con aumentos de hasta el 9%, evidenciando el impacto directo de la reciente devaluación en el consumo cotidiano. La caída sostenida de las ventas minoristas durante 16 meses consecutivos revela una crisis de poder adquisitivo que el discurso oficial intenta minimizar.

La aparente calma en los grandes supermercados del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), que según informes recientes experimentaron una caída del 7,4% en sus ventas de marzo, contrasta con la realidad que viven los pequeños comercios de barrio. Autoservicios y almacenes, que concentran el 70% del consumo pero carecen del poder de negociación de las grandes cadenas, han comenzado a recibir nuevas listas de precios con incrementos que alcanzan hasta el 9%.

Esta situación pone de manifiesto el impacto directo de la última devaluación implementada por el gobierno nacional y desmiente la narrativa oficial de una inflación bajo control. Si bien el Índice de Precios al Consumidor (IPC) mostró algunas fluctuaciones en los últimos meses, con un pico en marzo del 3,7%, la escalada de precios continúa erosionando el poder adquisitivo de los ciudadanos, especialmente en los sectores más vulnerables que dependen del comercio de cercanía.

La consultora Scentia señala que la caída en las ventas de los autoservicios independientes del AMBA fue menor (3,1%) que la de los grandes supermercados, lo que sugiere un traslado de la demanda hacia los comercios barriales ante la pérdida de poder adquisitivo. Sin embargo, esta migración no implica una mejora en el consumo general, que acumula 16 meses consecutivos de retroceso, según diversas mediciones como el Radar Autoservicios de Scanntech (-7,6% en marzo) y el Índice de Ventas Minoristas pyme de la CAME, que si bien mostró un aumento interanual del 10,5%, no logró compensar la caída del 12,6% registrada en marzo de 2024.

La estrategia de los grandes supermercados de rechazar inicialmente las nuevas listas de precios, a la espera de agotar sus stocks, podría generar una ilusión de estabilidad momentánea. No obstante, la presión de los proveedores, quienes argumentan el aumento de sus costos dolarizados tras la devaluación, рано или поздно se trasladará al precio final de los productos. El ministro de Economía, Luis Caputo, incluso señaló públicamente a empresas como Molinos Río de la Plata y Unilever por aumentos de entre el 9% y el 12%, reconociendo implícitamente la existencia de esta escalada.

La Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme) ya advirtió que los precios se movieron un 12% en la primera semana posterior a la implementación del nuevo esquema cambiario, incrementos que inevitablemente se trasladarán al consumidor final.

En este contexto, resulta paradójico que el gobierno, que promueve la liberación del dólar y tolera la especulación de precios, se niegue a convalidar la reapertura de las paritarias. Esta medida, que podría ofrecer un alivio real al poder adquisitivo de los trabajadores, fue confirmada por el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, generando incertidumbre sobre el futuro del consumo y la reactivación económica.

Mientras el debate oficial se centra en un supuesto «cambio en las pautas de consumo», la realidad en los barrios es innegable: la plata no alcanza. Los consumidores se ven obligados a optar por segundas y terceras marcas, a priorizar las compras en comercios de cercanía y, en muchos casos, a reducir drásticamente su consumo. La inflación silenciosa, impulsada por la devaluación, continúa golpeando los bolsillos y profundizando una crisis que el relato oficial se esfuerza por ocultar.