La actividad económica sigue en picada: el espejismo exportador no alcanza

En 2024, la economía cayó un 1,7% interanual, arrastrada por el desplome del consumo y la inversión. Mientras el Gobierno se aferra al crecimiento de las exportaciones, la industria y el comercio no encuentran alivio.

El 2024 cerró con un dato alarmante: la actividad económica cayó un 1,7% interanual, según cifras del INDEC. El consumo privado, el motor histórico del mercado interno, se desplomó un 4,2%, mientras que la inversión productiva se hundió un 17,4%. A pesar de la recuperación de los últimos meses del año, la economía sigue en terapia intensiva y los sectores productivos sufren un ajuste brutal. El único consuelo del oficialismo es el repunte de las exportaciones, que crecieron un 23,2%, aunque lejos están de compensar el derrumbe interno.

El impacto de la política económica de Javier Milei se refleja con crudeza en los sectores productivos. La construcción lideró las caídas con un desplome del 17,7%, seguida por la industria manufacturera (-9,2%) y el comercio (-7,3%). Las únicas excepciones fueron la agroindustria (+31,3%) y la explotación de minas y canteras (+7,4%), dos rubros que, casualmente, dependen más del mercado externo que del interno.

En los últimos cuatro meses del año, la economía mostró signos de recuperación, con un crecimiento del 1,4% frente al trimestre anterior. Sin embargo, la tendencia-ciclo apenas repuntó un 1,7%, insuficiente para revertir el saldo anual negativo.

Los datos del INDEC también revelan una cruda realidad laboral: 12.675 empresas bajaron la persiana en 2024. El golpe más fuerte lo sufrió el sector de transporte y almacenamiento, con la desaparición de 2.763 empleadores. Comercio, servicios profesionales e industria manufacturera también registraron pérdidas significativas, reflejando el deterioro del entramado productivo.

El consumo muestra señales ambiguas. Mientras la venta de bienes durables creció gracias a la reaparición del crédito, las compras en supermercados cayeron estrepitosamente. La apertura comercial, en tanto, genera un escenario de ganadores y perdedores: algunos sectores se benefician del acceso a insumos importados, pero otros, como la industria textil, enfrentan una competencia desleal ante productos extranjeros más baratos.

Además, el atraso cambiario erosiona la competitividad de la producción local. Con un dólar planchado y costos internos en alza, la industria argentina pierde terreno en el mercado global, agravando el cuadro recesivo.

Conclusión: El modelo económico de Milei apuesta todo a las exportaciones, pero la ecuación no cierra si el mercado interno sigue desmoronándose. La caída del consumo, la parálisis industrial y la crisis del empleo dejan en evidencia los límites de una estrategia que prioriza el ajuste fiscal sobre la reactivación productiva. La pregunta que flota en el aire es hasta cuándo podrá sostenerse este esquema sin que el deterioro social termine por hacer implosión.