El consumo se desploma: cada vez menos alimentos en la mesa de los argentinos

La crisis golpea con fuerza el bolsillo de los consumidores. En febrero, el consumo cayó casi un 10% interanual, con el AMBA liderando la debacle. Los supermercados resisten mejor, pero el panorama es desolador.

El ajuste tiene consecuencias. Los números no mienten: en febrero, el consumo se derrumbó un 9,8% interanual, según la consultora Scentia. En el AMBA, la caída fue aún más pronunciada. Los autoservicios independientes, que dependen del día a día de los consumidores, fueron los más afectados. Mientras tanto, los grandes supermercados, con el auxilio de los bancos, resistieron mejor la tormenta. Pero la tendencia es clara: los argentinos compran menos comida. Y no por voluntad propia.

En detalle, la caída en los autoservicios independientes alcanzó el 12,8% en el AMBA y el 12,5% en el resto del país. En enero, el descenso ya había sido del 10,6%, lo que marca un deterioro constante. Los grandes supermercados, gracias a los acuerdos de financiación con bancos, lograron amortiguar el golpe con una caída del 6,5% en todo el país. Sin embargo, en el AMBA la retracción llegó al 8,3%, mientras que en el interior fue del 4,9%.

Por rubros, las bebidas sin alcohol sufrieron una brutal merma del 18%. Los productos de limpieza registraron una caída del 9,7%, y los alimentos, un 4,9%. En la zona metropolitana, la retracción del consumo de alimentos fue aún mayor, con un 5,7%, y los perecederos cayeron un 2,3%.

Pero hay un dato que duele más que cualquier estadística: la pobreza sigue en ascenso. Durante febrero, la Canasta Básica Alimentaria, indicador que mide la línea de indigencia, aumentó un 3,2%, superando el nivel general de inflación. La Canasta Básica Total, que define el umbral de la pobreza, subió un 2,3%. Según el Indec, una familia tipo necesitó 1.057.000 pesos para no ser pobre y 468.000 pesos para no ser indigente. Cifras inalcanzables para millones de hogares.

Los precios de los alimentos siguen en ascenso. En febrero, el pan de mesa aumentó un 3,1%, la carne picada un 11%, la paleta un 12% y la leche en polvo entera un 3,9%. Comer es un lujo para muchos, mientras el gobierno se jacta de su «proeza» económica.

El ajuste no es gratis. El consumo se desploma porque la gente simplemente no puede comprar. La «libertad» de mercado que pregona el gobierno es, en realidad, una soga al cuello para las familias que ven desaparecer su poder adquisitivo. Menos alimentos en la mesa, más pobreza y una economía que sólo favorece a unos pocos. El relato oficial podrá decir otra cosa, pero las góndolas vacías hablan por sí solas.