El gran saqueo: un Estado nacional en demolición y a precio de remate
Mientras el gobierno de Javier Milei hace campaña con tragedias, el ajuste avanza sin freno y la salud pública paga la cuenta.

¿Cómo se construye un país? Con instituciones fuertes, con servicios públicos de calidad, con políticas de Estado que trasciendan gobiernos. Ahora bien, ¿cómo se lo destruye? Milei tiene la respuesta: con tijera, motosierra y un desprecio absoluto por lo público. Lo vemos en la salud, en la energía, en la gestión de emergencias. Y lo peor es que, cuando las consecuencias explotan, el gobierno no da la cara, sino que usa el caos como telón de fondo para su campaña electoral.
Mientras Bahía Blanca trataba de levantarse después del temporal que mató a una decena de personas, Patricia Bullrich y Luis Petri decidieron que la foto con Axel Kicillof no era conveniente. Mejor posar con Espert, el flamante candidato a diputado. Ya había pasado algo similar con el crimen de Kim Gómez en La Plata. La tragedia como decorado, el marketing por encima de la decencia.
Pero hablemos de los números, porque el ajuste no es solo un eslogan rimbombante. El presupuesto de Emergencia Social para Catástrofes y Emergencias Climáticas fue ejecutado en un 0,8% en 2024. De 31.500 millones de pesos presupuestados, se usaron 264 millones. En 2025, la previsión es de 2.228 millones. En los dos primeros meses del año, con incendios en la Patagonia y Corrientes que dejaron víctimas y evacuados, no se ejecutó ni un peso. Eso sí, Bullrich y Petri viajaron para sacarse fotos.
En salud la cosa es peor. Se desmanteló el Instituto Nacional del Cáncer, renunciaron profesionales clave del Ministerio de Salud y el programa de vacunación está en la cuerda floja. Consecuencia directa: el resurgimiento del sarampión, erradicado en 2000 y ahora de vuelta en escena. Ocho casos activos en CABA y creciendo. Con una tasa de cobertura de la triple viral en apenas 54% y sin campañas de vacunación masiva, lo que se viene no es una ola, es un tsunami epidemiológico.
Si esto no es suficiente para imaginar un país a oscuras (literalmente), miremos el sistema eléctrico. Un millón de personas sin luz en plena ola de calor, con el Congreso y la Casa Rosada a oscuras, subtes fuera de servicio y un tránsito colapsado. Una postal del «país libre» que Milei sueña: sin regulaciones, sin inversiones, sin Estado.
Y mientras tanto, la economía también cruje. La salida de dólares se acelera y las reservas se evaporan. La devaluación es un fantasma que nadie quiere nombrar, pero que está a la vuelta de la esquina. En la Casa Rosada rezan por un salvavidas del FMI, aunque la historia ya nos demostró que estos «salvatajes» solo terminan en estampidas de capitales y más pobreza.
El futuro es predecible: si Milei gana, el ajuste se profundiza y la represión también. Si pierde, habrá que ver quién se queda con los escombros del país que está dejando. La pregunta es: ¿cuánto más se puede desmantelar antes de que ya no quede nada?