Ciudad de Buenos Aires: la capital del robo en Argentina
Las cifras oficiales desmienten el discurso oficial sobre la inseguridad. La Ciudad de Buenos Aires encabeza el ranking de robos, pero el gobierno insiste en apuntar a la provincia.

Mientras el gobierno nacional y ciertos medios insisten en instalar la provincia de Buenos Aires como el epicentro de la inseguridad, las cifras oficiales del propio Ministerio de Seguridad de la Nación revelan una verdad incómoda para la administración porteña: la Ciudad de Buenos Aires es el distrito con más robos del país. Pero, ¿por qué nadie lo dice?
Según los datos oficiales, la Ciudad de Buenos Aires lidera el ranking de robos con 2.267 casos cada 100.000 habitantes. Muy por detrás, en el puesto 13, aparece la provincia de Buenos Aires con 706 robos cada 100.000 habitantes. Otros distritos como Córdoba (1.787) y Mendoza (1.564) también superan ampliamente los niveles delictivos de la provincia gobernada por Axel Kicillof.
Sin embargo, en un contexto de permanente confrontación política, la administración de Javier Milei ha decidido convertir la inseguridad en un caballito de batalla contra el gobernador bonaerense. Mientras las estadísticas revelan que el problema de los robos está lejos de ser exclusivo de la provincia de Buenos Aires, el gobierno y sus voceros mediáticos continúan machacando con la idea de que el conurbano es una «zona liberada», ocultando que la mayor cantidad de robos del país ocurren en territorio porteño.
La tasa promedio de robos a nivel nacional es de 1.000 delitos cada 100.000 habitantes. La provincia de Buenos Aires se encuentra por debajo de esa media, pero eso no impide que sea señalada como el foco del problema. La realidad, sin embargo, muestra que la inseguridad no distingue fronteras y que la estrategia de culpar siempre al mismo distrito responde más a una decisión política que a un diagnóstico serio del problema.
Los números son inapelables: la Ciudad de Buenos Aires es el distrito con más robos del país, pero el gobierno prefiere mirar para otro lado y apuntar sus dardos contra la provincia de Buenos Aires. En lugar de abordar la seguridad con soluciones reales y efectivas, se recurre a la manipulación del discurso público para atacar a la oposición. La pregunta sigue en el aire: ¿hasta cuándo se puede sostener un relato cuando la realidad grita lo contrario?