Desconexión entre las cifras y el bolsillo: la inflación percibida que supera al IPC

Mientras el Gobierno de Javier Milei destaca la baja en el índice de precios al consumidor (IPC) como un éxito clave, los argentinos sienten que sus bolsillos cuentan otra historia. De acuerdo con el INDEC, la inflación de diciembre se ubicó en un 2,7%, con un acumulado anual del 117,8%. Sin embargo, esta estadística oficial contrasta con la realidad cotidiana de un poder adquisitivo que no deja de menguar.

Una metodología que no refleja la realidad

Hace más de cuatro meses, el titular del INDEC, Marco Lavagna, admitió que el cálculo del IPC requería actualizaciones para reflejar las nuevas dinámicas de consumo y el impacto de los aumentos en tarifas y servicios. A pesar de prometer un nuevo índice para noviembre de 2024, estos cambios aún no se han concretado. Mientras tanto, las cifras oficiales siguen basándose en ponderaciones desactualizadas que no capturan fielmente las fluctuaciones económicas actuales.

El IPC y su desconexión

El IPC mide la inflación a través del seguimiento de precios en una canasta de bienes y servicios representativa del consumo de los hogares urbanos. Sin embargo, las ponderaciones utilizadas provienen de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHO) 2004-2005. Este desfase ignora cambios significativos, como los ajustes tarifarios que han alterado los hábitos de consumo.

Aunque el INDEC ha mejorado la recolección de datos—pasando de 16.700 a 24.000 informantes y aumentando a más de 500.000 precios relevados—la implementación de un índice actualizado parece depender más de decisiones políticas que de cuestiones técnicas.

La política detrás de los números

La falta de actualización del IPC permite mantener una narrativa optimista que contrasta con la experiencia diaria de los consumidores. La desconexión entre las estadísticas y la realidad refuerza la desconfianza pública en las cifras oficiales, debilitando la credibilidad de las políticas económicas.

Reflexión final

Es urgente revisar las metodologías de medición para garantizar que las cifras reflejen con precisión la situación económica del país. Sin esta actualización, los indicadores oficiales seguirán alejados de la experiencia cotidiana, perpetuando un escenario de desconfianza y desgaste para los ciudadanos.