A 23 años de la caída de Fernando de la Rúa y el estallido social
En diciembre de 2001, Argentina vivió uno de los momentos más críticos de su historia reciente. La declaración del estado de sitio por parte del presidente Fernando de la Rúa no logró contener el malestar social, y su gestión culminó con una renuncia que marcó el fin de una era política.
El 19 y 20 de diciembre de 2001 quedaron grabados en la memoria colectiva de los argentinos como días de desesperación y lucha. La economía, sumida en una profunda recesión, había llevado a millones a la pobreza. La implementación del «corralito» por el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, que restringía el acceso a los ahorros bancarios, desencadenó una ola de indignación. Con el país al borde del colapso, la declaración del estado de sitio por parte de Fernando de la Rúa no fue suficiente para frenar una crisis que ya era imparable.
El contexto económico y social de fines de 2001 era devastador. La deuda externa insostenible, la desocupación rampante y la caída del consumo configuraban un escenario sombrío. Las medidas de austeridad aplicadas por el gobierno no lograron revertir la situación, sino que profundizaron el malestar. La implementación del corralito, que limitaba a los ciudadanos a retirar apenas 250 pesos semanales de sus cuentas bancarias, fue el detonante final de una serie de frustraciones acumuladas.
En medio de una creciente ola de saqueos en distintas provincias, el 19 de diciembre De la Rúa anunció el estado de sitio, una medida que buscaba contener el caos pero que, lejos de apaciguar los ánimos, desató una masiva movilización popular. Miles de personas salieron a las calles para expresar su descontento, protagonizando cacerolazos frente al Congreso y en la icónica Plaza de Mayo.
La jornada del 20 de diciembre fue particularmente violenta. Las fuerzas de seguridad respondieron a las protestas con una represión feroz, que dejó un saldo de 39 muertos en todo el país. Las imágenes de manifestantes heridos y el caos en las calles recorrieron el mundo, retratando un país en llamas.
Acorralado por la falta de apoyo político y la presión social, Fernando de la Rúa presentó su renuncia en la tarde del 20 de diciembre, dejando la Casa Rosada en helicóptero. Su partida simbolizó el colapso de la Alianza, la coalición de gobierno que había llegado al poder en 1999 prometiendo un cambio que nunca llegó. También marcó un punto de inflexión en la política argentina, abriendo un periodo de inestabilidad que se prolongaría durante los años siguientes.
A 23 años de aquel diciembre trágico, las lecciones del 2001 siguen siendo un recordatorio de los peligros de la desconexión entre la dirigencia política y las necesidades del pueblo. La crisis evidenció las fallas estructurales de un modelo económico y social que dejó a millones en la exclusión. Hoy, las memorias de los 39 fallecidos y la lucha popular resuenan como un llamado a la responsabilidad y la búsqueda de soluciones que prioricen el bienestar colectivo sobre los intereses particulares. Argentina no olvida, y su historia invita a reflexionar sobre los desafíos que aún persisten.