El salario mínimo en Argentina cayó un 28,4% en un año

Un informe revela el retroceso histórico y las graves consecuencias para el poder adquisitivo de los trabajadores.

La caída del salario mínimo, vital y móvil en Argentina sigue marcando récords negativos. Según un informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra-CTA), su poder adquisitivo se desplomó un 28,4% entre noviembre de 2023 y octubre de 2024, en un contexto que remite a los peores momentos de la crisis del 2001.

El informe de Cifra-CTA detalla un panorama alarmante para los trabajadores: la pérdida acumulada desde noviembre de 2015 asciende al 54%. Esta tendencia comenzó con la devaluación que acompañó la llegada del actual gobierno, afectando directamente los precios y, en consecuencia, el poder de compra del salario mínimo.

Desde entonces, los ajustes nominales determinados por la Secretaría de Trabajo resultaron insuficientes para revertir la situación. En octubre de 2024, el salario mínimo de $271.571 no solo representó un descenso del 28,4% en términos reales respecto al año anterior, sino que se ubicó un 39,9% por debajo del nivel de noviembre de 2019, al final de la gestión de Cambiemos.

El deterioro es aún más marcado al compararlo con 2015, cuando el salario mínimo permitía una mayor cobertura de necesidades básicas. Actualmente, apenas cubre el 54,3% de la canasta básica alimentaria, lo que define la línea de indigencia para una familia tipo, y menos del 25% de la canasta básica total, que marca el umbral de pobreza.

En perspectiva histórica, el poder adquisitivo del salario mínimo en octubre de 2024 es inferior al de la década de 1990 y al registrado durante la crisis de la convertibilidad. Según el informe, si no se hubieran acumulado las pérdidas de poder adquisitivo desde 2015, el salario mínimo habría superado los $590.000 en pesos de octubre de 2024, alcanzando el 143% de la canasta básica alimentaria.

El retroceso del salario mínimo en Argentina subraya la gravedad de la crisis económica que enfrenta el país y su impacto directo en las condiciones de vida de los sectores más vulnerables. Con un poder adquisitivo en niveles históricamente bajos, la brecha entre ingresos y necesidades básicas se amplía, intensificando la urgencia de medidas que no solo frenen la caída, sino que reviertan años de pérdida sostenida.

El desafío para el próximo gobierno será monumental: reconstruir el tejido económico y social para garantizar que el salario mínimo recupere su rol como herramienta de equidad y justicia salarial.