Productos importados empiezan a llenar las góndolas de supermercados argentinos
El gobierno de Javier Milei ha permitido la importación de productos de la canasta básica para fomentar la competencia entre bienes nacionales y extranjeros. Sin embargo, esta política ha suscitado fuertes críticas por sus posibles efectos negativos en la industria nacional y la economía local.
La reciente política del gobierno de Javier Milei, que facilita la importación de productos de la canasta básica, ha comenzado a materializarse en los supermercados argentinos. Esta medida, que busca controlar la inflación a través de la competencia entre bienes nacionales y extranjeros, ha permitido la llegada de productos desde Paraguay, Uruguay, Brasil y algunos países europeos. Sin embargo, las críticas no se han hecho esperar.
Primeros productos importados
Los consumidores ahora pueden encontrar puré de tomate, pan lactal, café, atún, pan, pastas, cervezas y chocolates entre los productos importados. La mayoría de estos artículos provienen de países limítrofes, aunque también han llegado algunos productos europeos.
Diferencias de precios y calidad
El gobierno justifica esta política afirmando que los productos importados ofrecerán precios más competitivos comparados con los nacionales. Por ejemplo, las latas de atún desmenuzado de la marca ecuatoriana «Bulnez» se venden a $985, en comparación con los $3669 que cuesta una lata de lomitos de atún de la marca nacional «La Campagnola». Sin embargo, la diferencia de calidad es evidente, ya que el atún desmenuzado es un producto de menor calidad. Otras marcas importadas como la ecuatoriana «Máxima» también ofrecen precios atractivos, vendiendo atún desmenuzado de 170 gramos a $700.
El café importado también muestra una disparidad en precios y calidad. Las cápsulas italianas de las marcas «Viaggio» y «Lavazza» tienen precios elevados, entre $9315 y $10,990, mientras que las marcas locales «Cabrales» y «La Virginia» ofrecen precios más accesibles, entre $5139 y $6230.
Impacto en la industria nacional
La llegada de productos importados ha generado una fuerte reacción por parte de los productores locales y defensores de la industria nacional. La manteca uruguaya «Conaprole» se vende a $3200 por el paquete de 200 gramos, compitiendo con marcas nacionales como La Paulina e Ilolay, que tienen precios entre $2050 y $2400, y La Serenísima, que se vende a $2800. Esta competencia desleal amenaza la supervivencia de las pequeñas y medianas empresas locales, que no pueden competir con los precios subsidiados de los productos importados.
En el sector de galletitas, algunas promociones permiten que productos importados sean aún más económicos. Por ejemplo, el paquete de galletitas de sésamo Mazzei de Paraguay, con la promoción de 2×1, queda en $400, mucho más barato que las segundas marcas locales y un tercio del precio de las primeras marcas.
En panificados, las marcas mexicanas Fargo y Bimbo, que dominan el 80% del mercado, ahora compiten con las brasileñas Bauducco y Visconti. El pan brasileño, aprovechando descuentos y promociones, resulta más económico: $2800 frente a los $3500 del paquete de 400 gramos de las marcas locales.
Beneficios cuestionados
Aunque algunos productos importados son entre un 15% y un 75% más baratos que los locales, ofreciendo opciones más económicas para los consumidores, esta medida ha sido criticada por sus posibles efectos a largo plazo. Los productos más gourmet o especializados no muestran una variación significativa en los precios, y muchos de estos importados siguen siendo más caros que sus equivalentes nacionales.
El Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) de diciembre, que facilitó esta política, eliminó regulaciones como la Ley de Abastecimiento y la Ley de Góndolas, que controlaban la oferta de productos esenciales y fomentaban la competencia entre pequeñas y medianas empresas y grandes monopolios. Esta desregulación ha sido vista como una amenaza para la economía local y las pymes, que ahora enfrentan una competencia desigual.
Reacciones y perspectivas
La medida ha generado opiniones divididas. Mientras algunos consumidores y economistas celebran la potencial reducción de precios y la mayor oferta, pequeños productores y defensores de la industria nacional expresan preocupación por el impacto en las economías locales y en las pymes.