El fracaso del año: ¿cómo está el proyecto del autobús chino que evitaba el tráfico?
El Transit Elevated Bus (TEB) era la gran innovación en transporte mundial. A su paso, “tragaba” autos y había sido diseñado para solucionar problemas de movilidad en China. Hoy, paradójicamente, es responsable del colapso vial que prometía curar. La historia de una revolución futurista inviable.
El Transit Elevated Bus (TEB) era hace pocos meses atrás la revolución de la movilidad urbana. Un invento chino que parecía tragarse autos. Un autobús que maximizaba el espacio en la calle al pasar por encima al tráfico. Hoy, el prometedor concepto en transporte público diseñado para solucionar problemas de tránsito lo único que consiguió fue obstaculizar el paso. El fracaso del año: la historia del colectivo del futuro que se estancó en el presente. O la desgracia de proyectar una innovación que pecó de pretensiones.
El prototipo del faraónico proyecto yace hoy en un tramo cerrado de una de las principales carreteras de la ciudad china Qinhuangdao, en la provincia de Hebei, que había sido alquilado para su salomónico despliegue. Paradojas del camino: el destinado a oxigenar las saturadas arterias del gigante asiático, hoy bloquea una exigida red viaria. Sin movimiento, se oxida e invita al polvo a coronarlo como el fraude de movilidad más rutilante de 2016.
Antes los vehículos pasaban por debajo del gran colectivo. Ahora esa posibilidad está coartada. El tramo de la carretera que la compañía había utilizado para su presentación está cerrado al tráfico. El monstruo, con capacidad para 300 personas, mide 22 metros de largo, 7,8 de ancho y 4,8 de alto. Hace dos meses que está inerte, como metáfora de su épica. Dos guardias de seguridad que velan por la integridad del TEB reconocieron ante medios locales el desamparo del proyecto: “Los gerentes de la empresa se fueron hace mucho tiempo, por lo que no podemos contactarnos con ellos”.
Que los jefes del proyecto desaparecieron con el capital es una presunción. Los inversores, de por sí, reclaman la devolución de su dinero. O la evolución del programa. Que antes de convertirse en un aparente fiasco, fue anunciado con grandilocuencia. En agosto, en su lanzamiento, recorrió 300 metros a la vera de una marea de medios y mucha parafernalia. La innovación en movilidad urbana era tan promisoria y cautivante que no había contemplado algunos criterios de seguridad y funcionalidad.
El proyecto se detuvo por falta de fondos. Porque la cantidad de dinero que demandaba hacía inviable su ejecución. El TEB no es capaz de pasar por encima a vehículos de 2,1 metros de altura. Debe detenerse ante camiones, camionetas o cualquier auto que porte algo en su techo. En las carreteras chinas, está habilitada la circulación de vehículos de hasta 4,2 metros de altura.
El autobús elevado también requería una infraestructura especial para ser operativo: estaciones en un primer piso para que pudieran ingresar y egresar los pasajeros, más una red vial de raíles por donde debía circular. Tampoco ofrecía respuestas en materia de seguridad cuando en caso de emergencias, debía evacuar a las 1.200 personas, capacidad que había presumido poder transportar.
La falta de garantías de inversión, la rentabilidad del producto, la homologación del programa, la viabilidad del vehículo, un combo de factores que ensombrecieron el desarrollo del TEB. Hace cuatro meses, Song Youzhou, ingeniero jefe del proyecto, anunciaba las ventajas de un autobús eléctrico, reemplazo equivalente a 40 colectivos tradicionales: “La gran ventaja es que se va a poder aprovechar mucho más espacio en las carreteras. La función de este nuevo método de transporte será parecida a la del metro, pero costará un 16% más barato. Su uso permitirá un ahorro de 800 toneladas de combustible al año y reducirá las emisiones de dióxido de carbono unas 2.480 toneladas”. Es el fracaso de otra idea atractiva y revitalizante que se ahoga en sus sueños de revolución. El autobús del futuro ahora junta olvido en el medio de una ruta.