La cultura del hambre

Mientras el gobierno nacional intenta nuevos “paliativos”, para resolver la crisis económica, en el país el hambre se siente en el Conurbano más profundo. Hace apenas pocos días miles de vecinos del Conurbano, refugiados en organizaciones sociales y políticas acamparon en las puertas del Ministerio de Desarrollo Social, para buscar una respuesta que les es negada: cómo hacer para llevar un plato de comida a sus hijos todos los días del mes.

Ya no quieren diálogos infructuosos o mentiras piadosas que les llenen el corazón de esperanzas, sino alimentos que les llenen la panza que les hace ruido a cada paso que dan, quieren políticas públicas que resuelvan la discriminación del sistema. Quieren un Estado presente desde la inclusión, desde la contención y desde la solidaridad.

Mientras se multiplican  y crean nuevos comedores y merenderos en las zonas más carenciadas de la provincia de Buenos Aires avanza la carrera política para agosto. Lo cierto es que quienes se movilizaron desesperadamente a pedir una respuesta no pueden esperar a las elecciones para alimentar a sus familias y exigen una solución para esa enorme brecha que se profundiza entre los pocos que tienen mucho y los muchos que no tienen nada.

Y la realidad es más tirana aún: porque mientras los conductores no pueden pasar por intermedio de la manifestación y se quejan muy enojados porque no pueden llegar a sus trabajos y les descuentan las migajas de presentismo; quienes están en el corazón de la protesta ya no tienen nada que perder, nada que comer y nada que inventar, y se dan cuenta de que moverse de ese lugar les representa volver al barro de una situación que es como mínimo desesperante.

La cultura del hambre enfrenta a la clase trabajadora y desestima cualquier esfuerzo para equilibrar los resultados de una grieta que se profundiza y que pide a gritos que los esfuerzos económicos no sean siempre del mismo lado y los haga la misma gente. Por momentos Agosto y Octubre se ven tan lejanos que parece que la tormenta nunca va a parar.