Milagro Sala: “Ni a los genocidas le pusieron Gendarmería en una domiciliaria”

Milagro Sala acaba de llegar a la casa de La Ciénega, el confín del mundo trasformado en una nueva cárcel al que el gobierno nacional busca desterrarla mientras en todo el país se preparan las marchas por la desaparición forzada de Santiago Maldonado.

“Creo que esto es para entretener a los argentinos”, dice a PáginaI12. “Pero los argentinos están muy consternados por lo que pasó con Santiago y también están organizados. Nada es causal. Las marchas de los compañeros estatales, de las madres o sectores de las organizaciones sociales demuestran que estamos organizados y que se ha tomado conciencia que al país tenemos que defenderlo entre todos. Que el país está en crisis. Y que esta fiesta que esta haciendo (Mauricio) Macri es para que el que tiene menos tenga todavía menos”.

“Estoy muy nerviosa todavía porque no puedo creer que estoy en la casa de El Carmen”, es lo primero que dice Milagro, a las 16.25, respira entrecortada.

“Cerca de las 11.30 o 12, me llamaron del área de salud del penal. Le dije si me estaban por sacar a la noche, quiero avisar a mi familia y tener seguridad. Y así se hicieron las 13 y a las 14.30 me dijeron que vaya viendo qué me iba a llevar. Les dije: yo agarro mi ropa y calzado nomás. Todo lo otro queda para mis compañeras que no tienen nada. Así que la tele, el DVD y el grabador se los dejé a las chicas. Y después han entrado rápido y me dijeron: ´Sala comience a guardar su cosas y su ropa porque ya vino la gente, ya se tiene que ir´. ¿Pero así, apurado?, les dije yo. ¡Ya se tiene que ir!, me dijeron. Llegó el juez (Pablo) Pullén Llermanos y me dice: ‘usted tiene que salir todos los días a las 9 de la mañana al balcón para ver donde está Gendarmería y hacerle señas para que vean que usted está bien’. No quise contradecirlo. ¿Te imaginas todos los días a las nueve de la mañana salir a hacerle señalas a los gendarmes?.

“Creo que lo que está pasando es producto de la lucha que hicieron miles y miles de compañeros de todas las provincias, de otros países del mundo, de Latinoamérica. Y quiero decir gracias a todos ellos. De corazón, agradezco lo que hicieron para que pudiese tener la domiciliaria. También quiero agradecer a los chicos que dicen que esto que están haciendo es una brutalidad. La verdad es así. Me trasladan de una cárcel a otra cárcel: o sea, mi casa la han convertido en otra cárcel. Yo creo que ni a los genocidas le pusieron Gendarmería en una domiciliaria. Por eso, y si bien hay algo de una sensación de alegría, también hay una parte de bronca por lo que siguen haciendo, esa historia de que uno es peligrosa, cuando los que están cometiendo delitos son ellos. Yo, con tal de estar con mi hija, con mi hijo, la verdad… es muy doloroso verlos llegar los días de visita al penal y los venía irse a veces llorando”.